- Marta Micolau
- Posts
- El primer día que salí a correr
El primer día que salí a correr
¿En qué momento pensé que era una buena idea?
Cuando adopté a mi perro Chuli hace aproximadamente 8 años comencé a dar largos paseos por la montaña antes o después del trabajo.
Después de meses recorriendo esos caminos diariamente y conocer las diferentes rutas, un día me animé a hacer una de esas excursiones corriendo.
Conocía a varias personas que corrían kilómetros y kilómetros por la montaña y me dije: oye, en sus vídeos se ve cool… ¿por qué no?
Así que allí que fui. Cogí mi mochila cargada de ilusiones, un poquito de agua, las llaves de casa, mi perrito y allá vamos.
Ya tenía en mente los vídeos para Stories que me iba a grabar. Me había puesto mis mejores zapatillas de deporte y creo que hasta me había comprado un reloj de estos que te miden las pulsaciones y tal y un brazalete para llevar el teléfono.
Equipada de pies a cabeza.
Llegamos al punto de partida. Un par de estiramientos sin sentido y empezamos a correr.
La ruta era de unos 5km aproximadamente. No exagero si te digo que a los 100 primeros metros ya me quería morir. De hecho creo que fue a los 50.
O antes.
Si alguna vez has intentado salir a correr siendo principiante, te habrás dado cuenta de que TODO, absolutamente TODO, es un estorbo.
La mochila me rebotaba de un lado a otro en la espalda, con la botella de agua y las llaves dentro.
Chuli, mi perro, tiraba de mí como si no hubiera un mañana.
Tenía que correr y aprovechar su impulso, pero a la vez tirar de él hacia atrás para no salir volando, un fenómeno que ni la física puede explicar.
El brazalete del teléfono y la goma de la coleta se me iban cayendo progresivamente con cada paso que daba.
Prácticamente a la misma velocidad que se desplomaba mi dignidad al darme cuenta de lo poca, por no decir nula, que era mi resistencia física.
Solo podía pensar: ¿En qué momento he pensado que esto era una buena idea?
Volví a salir algunos días más tarde con una visión más realista de la situación: chao perro, chao agua, chao mochila. Hola buena cinta de pelo y cero intenciones de grabar ni un solo vídeo.
No porque no quisiera, sino porque mi flato, que aparecía en el minuto 3 del recorrido, no me permitía levantar el brazo. Con suerte era capaz respirar.
Unas semanas después de mis intentos como runner de montaña, iba paseando tranquilamente con una amiga y nuestros perros por uno de esos mismos caminos.
Nosotras caminando a paso ligero adelantamos a una mujer que estaba ‘corriendo’ por el mismo camino y en la misma dirección.
La mujer avanzaba tan despacio que mi amiga hizo un chiste al respecto mientras que yo, dentro de mí, estaba empatizando por completo con esa persona.
Cuando tú has sentido lo que se siente el primer día que uno sale a correr, es IMPOSIBLE que te rías de otra persona que está haciendo todo un esfuerzo para continuar.
Podía hacerme a la idea de su cansancio. Del dolor de sus piernas y sus tobillos. De su posible flato. Vete a saber si esa mujer tenía alguna lesión de rodilla, o de espalda. ¿Quién sabe?
Pero allí estaba ella. Corriendo a su velocidad. Haciendo un gran esfuerzo que mi amiga, indudablemente, nunca había hecho.
Esa anécdota la tengo muy presente en mi vida.
¿Cuántas veces nos sentimos juzgados por personas que nunca han estado en nuestra situación? ¿Y cuántas veces nosotros hacemos lo mismo con otros?
Si tienes en mente iniciar un proyecto, ¿por qué te dejas limitar por la opinión de quiénes nunca lo han hecho?
Los últimos tres años he evidenciado algo y es la gran limitación que la opinión de nuestro entorno ejerce sobre uno mismo.
Por eso, he creado un vídeo en el que comparto contigo cuáles son las 5 claves que a mí me han ayudado a poder lidiar mucho mejor con las opiniones de mi entorno sin dejarme frenar por ellas.
Espero que te sirva de ayuda. Estaré súper agradecida de que me envíes tu feedback al respecto para poder seguir creando contenido que te pueda interesar.
Te dejo aquí el vídeo:
¡Feliz inicio de semana!
Te envío un fuerte abrazo.