Me golpearon por tener miedo

lo recordaré toda la vida

Toda mi infancia, hasta prácticamente la adolescencia, compartí dormitorio con mi hermana mayor. 

Como la mayoría de niños, solía asustarme cuando me despertaba por la noche y escuchaba algún ruido extraño, así que saber que ella estaba ahí me relajaba un poco.

En casa de mi padre dormíamos en una litera. Mi hermana dormía en la cama de arriba y yo en la de abajo. 

Uno de los planes más habituales cuando nos tocaba pasar el fin de semana con mi padre era ir al cine por la noche o alquilar una película de miedo y verla en casa con unas pizzas.

A mi padre y a mi hermana les encantaban las películas de terror, así que, desde bien pequeñita, vi algunas películas que a día de hoy me siguen dando miedo :)

Recuerdo que colocábamos el sofá tipo cama, apagábamos todas las luces y la única iluminación era la que provenía de la propia televisión.

Cuando la película terminaba, iba al baño sin mirar atrás, corría a toda velocidad hasta mi cama y me tapaba hasta la nariz con la esperanza de que ese edredón me protegiera de todos los posibles posibles.

En una ocasión me desperté a media noche y escuché un ruido extraño.

Abrí los ojos y me quedé en absoluto silencio para identificar de dónde provenía. 

Después de unos minutos muy asustada, reuní toda la valentía que pude, me destapé, salí de mi cama y me levanté.

Me puse de puntillas y traté de despertar a mi hermana tocándole el brazo suavemente.

Mi hermana abrió los ojos y, medio dormida, me dijo:

-¿Qué pasa?

Y yo, susurrando, le dije:

-Tengo miedo.

Cuál fue mi sorpresa cuando tras dos segundos de silencio, mi hermana me soltó una bofetaza en la cara que me despertó de golpe.

A día de hoy me río de la situación, pero en ese momento me quedé en shock absoluto.

¿Cuál fue mi reacción?

Me quedé unos segundos procesando lo que había pasado, me metí en la cama, me tapé hasta la nariz y en algún momento conseguí quedarme dormida de nuevo.

¿Cuál fue la lección que aprendí?

No vuelvas a despertar a tu hermana cuando tengas miedo por la noche :) 

Y así lo hice.

Ahora bien, lo más delicado en estas situaciones es el poder de la interpretación.

Muy probablemente mi hermana ni siquiera prestó atención a lo que yo le dije. 

No se enfadó porque yo tuviera miedo, simplemente por haberle despertado.

Sin embargo mi interpretación automática e inconsciente fue: no vuelvas a molestar cuando tengas miedo, te aguantas y punto.

Evidentemente esta anécdota no es la responsable de que  haya sentido prácticamente toda mi vida que yo sola debía gestionar mis miedos y mis emociones. 

Pero esta situación, sumada a otras muchas, nos hacen interpretar y sacar conclusiones acerca de lo que está bien o no sentir y acerca de lo que está bien o no compartir.

Cuando somos pequeños nuestros padres tienen el objetivo de educarnos correctamente y enseñarnos buenos valores. 

Así que nos enseñan a ser obedientes, a hacer caso, a portarnos bien, a seguir ciertas normas y a no hacer berrinches. 

Su intención evidentemente es buena pero, como todo en la vida, la ‘buena educación’ también tiene consecuencias.

Cuando se nos ha castigado por llorar y se nos ha premiado por estar jugando en silencio sin molestar, o cuando se nos ha comparado con nuestros hermanos para ver quién sacaba mejores notas en la escuela, hemos ido aprendiendo que, para ser aceptados, tenemos que cumplir ciertos requisitos: 

no molestar, obedecer, no causar preocupación, ser simpáticos y agradables y cumplir con las expectativas que se tienen sobre nosotros.

Y, aunque parezca increíble, esta es la causa principal por la que a día de hoy nos vinculamos con personas que no validan nuestros sentimientos y necesidades.

Y es que la primera persona que no valida sus emociones eres tú, porque inconscientemente tienes programado que esas emociones molestan, preocupan y son desagradables.

Tú mismo cuestionas y silencias esas sensaciones, anteponiendo siempre lo que la otra persona necesita, porque eso es lo que has aprendido que necesitas hacer para ser aceptado.

Para romper con este patrón, es necesario aprender a validar tus propias emociones y reconocer que tienen mucho valor.  

Porque solo cuando rompes con esa necesidad de agradar, de ser perfecto, o de esconder lo que sientes para evitar ser una carga, puedes establecer relaciones sanas, en las que se te escucha, se te cuida y se te quiere por quien eres de verdad.

Sé que éste es un proceso complicado, por eso te voy a plantear a continuación cinco preguntas para que reflexiones y puedas sacar algunas conclusiones :)

JOURNALING

Establece 15 minutos de reunión contigo. Ponte música relajante y escribe con la absoluta tranquilidad de que nadie más que tú va a leer esas palabras.

  • ¿Crees que alguien que está ahora a tu lado dejaría de estar ahí si expresaras lo que sientes?

  • ¿Qué te gustaría que ocurriera si expresaras tus emociones a los demás?

  • ¿Qué miedos surgen en ti cuando piensas en expresar tus necesidades y emociones abiertamente?

  • ¿En qué momentos sientes que minimizas o ignoras tus propias emociones para no incomodar a los demás?

  • ¿Cuáles son las emociones que más te cuesta sentir y expresar?

TIEMPO PARA TI

Te invito a escuchar este episodio del Podcast:

Pon tu vida en orden y recupera el control sobre ti

AVISOS IMPORTANTES

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Como siempre, muchas gracias por estar aquí. Te escribo el próximo miércoles.

Y recuerda que…

La calidad de tu vida depende de la historia que te cuentas sobre ti mismo.