Soy mi peor enemiga

Me da vergüenza exponerme

Cuando tenía unos 6 años mis padres me apuntaron a clases de baile.

Concretamente de ballet y de flamenco.

No recuerdo si yo misma se lo pedí o fue decisión suya, pero yo tenía algunas amigas que bailaban y me encantaba verlas actuar en sus festivales. 

También me gustaba mucho en su ropa, sus vestidos, sus tacones, su peinado…

Recuerdo haber visto todas las típicas películas americanas de baile que había disponibles en el videoclub de debajo de mi casa. 

Podía verlas, rebobinarlas y verlas de nuevo hasta aprenderme los guiones. 

Así que, por fin, comencé a ir a clases de baile varios días a la semana para experimentar en primera persona eso que había admirado tantísimas veces a través de mis ojos.

Me compraron mis maillots rosas de ballet, mis faldas y mis zapatos de tacón de flamenco y yo era la niña más feliz del mundo…

Hasta que las clases empezaron. 

Iba al estudio de danza varios días a la semana y, lejos de lo que yo hubiera imaginado, el único momento en el que me sentía realmente feliz era cuando la clase estaba a punto de terminar y mi madre venía a recogerme.

El simple olor de la sala al entrar me removía el estómago.

En ese momento no compartí esta sensación con nadie y seguí en clases durante años.

Hasta que los festivales de baile se convirtieron en mi peor pesadilla.

Desde días antes tenía náuseas, vomitaba, lo pasaba horriblemente mal sólo de pensar en subir al escenario.

Y la pesadilla no terminaba hasta que no estaba bajando las escaleras para volver a sentarme en mi butaca del teatro.

La idea de quedarme en blanco y que mis padres lo vieran era demasiado aterradora para mí.

Por eso, no encontrarás una sola foto mía sonriendo mientras bailaba.

A los 13 años me apunté a voleibol y me pasó exactamente lo mismo. 

Disfrutaba más o menos los entrenamientos pero odiaba profundamente los partidos, sobre todo, si ‘mi gente’ venía a verme.

El miedo a fallar arruinaba toda la experiencia.

Cuando echo la vista atrás y recuerdo estas situaciones, me resulta inevitable verlas como algo propio de una niña pequeña, algo sin importancia.

Y sería así si no fuera porque ese miedo sigue acechando a día de hoy adquiriendo otras formas.

Por ejemplo, el miedo a no ser la mejor profesional.

O el miedo a que las cosas no vayan como uno espera.

El gran enemigo en estas situaciones es tu propia autoexigencia, tu necesidad de perfeccionismo y la intransigencia hacia el error, hacia lo que no sea excelente.

Sumado, además, a que personas importantes para ti vayan a ver que lo que haces ‘no está al nivel’.

Hasta hace unas semanas yo misma no le dejaba ver a mi pareja mis propios vídeos, ni leer mis textos.

Me daba mucha vergüenza exponerme de esa manera. 

Hasta que me fui dando cuenta de que soltar esa vara de medir tan exigente era la única forma de disfrutar del proceso, de recibir ayuda, correcciones y felicitaciones.

Y también es la mejor forma de seguir aprendiendo y mejorando.

Así que atrévete a soltar.

Atrévete a soltar.

Toma la decisión de liberarte de tus propias exigencias.

Porque así como yo miro a la niña que yo fui, preocupada por olvidarse su coreografía y me parece una tontería,  en unos años te observarás desde el futuro y pensarás exactamente lo mismo… 

¡qué tontería!

Pero esa tontería, si no aprendes a gestionarla hoy, te está impidiendo disfrutar del baile, que es tu vida.

JOURNALING

La escritura terapéutica o también llamado Journaling ha sido y sigue siendo para mí el hábito de drenaje emocional más eficaz en mi día a día.

Por esa razón voy a compartir contigo semanalmente algunas ideas de preguntas y reflexiones que puedes hacer en tu ratito de conexión contigo.

Establece 15 minutos de reunión contigo. Ponte música relajante y escribe con la absoluta tranquilidad de que nadie más que tú va a leer esas palabras.

  1. ¿Qué procesos estoy dejando de disfrutar al máximo por mi autoexigencia?

  2. ¿Cómo cambiaría mi vida si la diera menos importancia al fracaso?

  3. ¿En qué mi limita y cuáles son las consecuencias de mi perfeccionismo?

  4. ¿Qué pienso sobre mí si no hago las cosas de forma excelente?

  5. ¿En qué cosas sería más constante si me liberara de mi autoexigencia?

Si quieres indagar un poco más en cómo el EGO interfiere en nuestro bienestar y en nuestro día a día, te recomiendo leer este libro: El ego es el enemigo, de Ryan Holiday.

AVISOS IMPORTANTES

Si te interesa iniciar un proceso de acompañamiento individual conmigo, contacta conmigo para recibir toda la información.

Como siempre, muchas gracias por estar aquí. Te escribo el próximo miércoles.

Y recuerda que…

Tu vida depende de la historia que te cuentas sobre ti.