Te confieso mi adicción

No fumo, no bebo, ni consumo drogas pero, en cuanto llega el invierno, se activa uno de mis vicios menos controlables y hoy voy a confesarte cuál es.

Uno de mis principales vicios es el calor.

El calor, sí.

El calor en invierno.

Amo con todo mi corazón pegarme a cualquier estufa que encuentre y me cuesta una barbaridad despegarme de ella porque me congelo.

Hay una frase típica de madre que dice: no hace tanto frío, es que no estás suficientemente abrigada.

Y como casi siempre, aunque cueste reconocerlo… las madres tienen razón.

En Perú ahora mismo es invierno. Hoy hace bastante frío y, como es costumbre, me he lavado el pelo después del gym pero no me lo he secado.

Estaba trabajando en mi oficina muerta de frío cuando, de repente, he recordado que tenía que salir a la terraza a tender la ropa que había lavado por la mañana y había olvidado.

Mierda, ¡hace frío!

Cogiendo el toro por los cuernos e imaginando a mi madre diciéndome no hace tanto frío, es que no estás suficientemente abrigada, me he puesto una térmica debajo del suéter y doble calcetín para abordar la situación.

Y… ¡Voilà! Cero frío.

Estaba súper a gusto en la terraza tendiendo y escuchando a los pajaritos.

¡Qué distinto hubiera sido el panorama si no me hubiera tomado 30 segundos para colocarme una capita de tela más!

Probablemente estés pensando: oye Marta, este es el correo más surrealista que he recibido… No hay que ser un iluminado para saber que si te abrigas pasarás menos frío y estarás mejor, ¿no? 

Sí, lo sé, tienes razón. No es una revelación brillante pero hay tantas cosas obvias que por ser demasiado obvias pasamos por alto

Sigue leyendo.

Estoy segura de que no soy la única que no disfrutado al 100% de algunas situaciones por haberme abrigado poco y estar pasando frío.

De hecho, recuerdo fiestas de fin de año o Carnaval tiritando de frío y deseando irme a casa.

Conclusión: He llegado a pasarlo mal en lugares en los que me habría encantado estar si llevara las capas de ropa adecuadas.

Ahora imagina que el frío es tu bienestar. Tu paz mental. Tu felicidad.

¿Cuántas veces no has disfrutado de un proceso, de una experiencia o de cierta compañía por no haber hecho algo tan obvio como cuidarte y prepararte para ello?

Es obvio que si te cuidas, te tratas con amor, sanas tus heridas, aprendes a comunicar tus límites e incorporas buenos hábitos te sentirás más feliz, con mayor bienestar y paz mental, ¿no?

Eso te permitiría construir vínculos más saludables, sentirte con mayor confianza, afrontar retos con mejor mentalidad pero…

¿A CASO LO HACES?

Así como abrigarte para el frío significa ponerte las capas de ropa correctas, cuidarte significa detenerte a observar qué estás sintiendo, qué es lo que te está removiendo y de dónde viene, qué no estás teniendo el valor de verbalizar, y cuidarte también significa pararte a mirar a los ojos de los miedos rondan por tu mente.

Además, no solo debes cuidarte cuando hay algo inestable en ti. Mantener un buen autocuidado cuando te sientes bien y estable te ayudará a manejar mejor momentos complejos que aparezcan en el futuro. Cuando llegue el invierno.

El problema es que le restamos relevancia a aquellas cosas que escuchamos recurrentemente, por ejemplo los beneficios del deporte, del descanso, de la meditación o del autoconocimiento.

Así como le restamos relevancia a los sabios consejos que nos dan nuestras madres, simplemente porque son nuestras madres.

Que hayas llegado hasta esta parte del correo es tu señal para incorporar un sólo hábito que beneficie tu bienestar.

Incorpora algo simple, póntelo fácil.

Y hazlo desde ya, desde mañana.

Si quieres que te ayude en este camino hacia tu bienestar, no dudes en escribirme o responder a este email, para mí será un placer hacerte de espejo para que descubras todas las maravillas que escondidas hay dentro de ti.

Te envío un abrazo gigante, gracias por estar aquí.

:)